Las despedidas nunca son dulces, cuando alguien se aleja de nuestro lado sentimos una sensación de nostalgia y tristeza difícil de explicar, es con este dolor que como hijos de Guillermo Salazar les agradecemos su compañía. Nuestro padre, aunque un poco reservado, tenía el corazón lleno de alegría y siempre fue un padre de familia ejemplar. Esposo, padre, hermano, tío, abuelo y bisabuelo, sus enseñanzas nos acompañan y se quedarán con nosotros para siempre, claramente un hombre valiente, sabio y muy querido por muchos.
Como todo un hombre trabajador, nuestro padre desde muy joven trabajó en el corte de algodón en el rancho, al igual le gustaba asistir a las carreras de caballo. Después de un tiempo su pasión por las leyes y códigos lo motivaron a perseguir su sueño de graduarse como investigador privado. Aunque muy impresionante, este no fue el único sueño cumplido. Al poco tiempo de emigrar a los Estados Unidos, comenzó a escribir poesía y compuso varias canciones, convirtiéndolo en un cantautor que jamás olvidaremos. A pesar de tener a su familia y trabajar para el sustento del hogar, él no perdía su lado artístico y se expresaba cantando en eventos familiares y alegrando muchos corazones.
Papá nunca estaba de mal humor y le encantaba cuando sus hijos y nietos lo visitaban. Siempre fue un hombre justo con muchos consejos que ofrecer. Papá fue el responsable de que muchos de sus nietos aprendieran a escribir manuscrito y aprenderse las tablas. El disfrutaba acompañar a nuestra madre en sus caminatas por las tardes, incluso hasta pasear a su perrito Luke. Al invitarlo a bailar, papá no se quedaba sentado, especialmente si tocaban Tampico Hermoso.
Lo más admirable de papá era su entusiasmo y compromiso con su fe católica. No solamente asistía a misa, si no formaba parte del coro y voluntario de ofrendas. Por mucho tiempo le tocó ser chofer para manejar a viajes familiares con destino a México, pero esta vez, le tocó tomar el viaje más hermoso de su vida. Sabemos que esto no es una despedida, si no un hasta pronto, y esperemos volver a encontrarnos todos un día. ¡Que su alma encuentre paz y felicidad eterna en nuestro señor Jesucristo! .
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