Los comienzos:
Honorio A. Zavala nació en San José de Cocodite, Estado Falcón en Venezuela. El 24 de Abril de 1938. Hijo de Carmen Cristiana y fue el tercer hijo de una familia de 9 hermanos. Siendo uno de los hijos mayores tuvo que ayudar a su madre a criar a sus hermanos pequeños. Comenzó a trabajar desde una edad muy temprana, entre muchas labores, vendió maní en el cine, limpió zapatos y vendió periódicos entre otros.
¡Poniéndose las botas!
A los 18 años sirvió en el Batallón de Ingenieros del Ejército de Venezuela. Conoció a Ana, el amor de su vida y juntos comenzaron una familia en la ciudad de Caracas. Criaron 7 hijos, 2 varones y 5 hembras. En Caracas, se hizo policía municipal y sirvió por 5 años.
Una nueva carrera, el comienzo de grandes cosas!
Vender jugos marcaría la diferencia en su carrera. Se unió a la Compañía de lácteos Carabobo donde se destacó y tuvo múltiples logros y premios. Luego, Honorio se asoció con sus grandes amigos de vida, Pedro Leon, Jose Salazar y Ramon Lopez en lo que fuera su proyecto de retiro, trabajaron en Prolaca otra compañía de Lácteos el que sería su último lugar de trabajo antes de retirarse.
Un nuevo proyecto, un cambio espiritual
Con su espíritu emprendedor decidió hacerse su propio jefe y compró un establecimiento comercial llamado Aumary, en el Paraíso en Caracas. Aumary resultó ser el reto más grande para Honorio y toda la familia. Tuvo muchas satisfacciones con la luncheria, pero también grandes decepciones. De las bendiciones más grandes que se recibieron por tener Aumary fue el tener la oportunidad de conocer a los misioneros y luego la familia Zabala tuvo la oportunidad de unirse a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Honorio aprendió el propósito verdadero de la vida, a través de las enseñanzas del evangelio comprende que su familia podía ser eterna. En Julio del 2015 se selló a su esposa y sus hijos en el templo de Houston, Texas por tiempo y eternidad.
Una vida alegre y de amigos eternos
Honorio no solo vivió su vida para trabajar, tenía muchos pasatiempos y cosechó grandes amistades. Vivir en Pro-Patria en una comunidad donde todos los vecinos eran como familia, por lo menos así lo sentía Honorio. Era un líder, un compañero de juegos (domino, bolas, truco, etc), fue un amigo para todos y disfruto cada momento de su vida. No hay una persona que le haya conocido que él no haya dejado una huella.
El sueño Americano, reencuentro familiar
Honorio y Ana decidieron partir hacia el Norte, específicamente, Nueva Orleans. Durante los últimos 16 años Honorio vivió en Nueva Orleans y Houston, Texas. En este país vivió una vida ejemplar, trabajo y se convirtió en un ciudadano americano, llevo con mucho orgullo su doble ciudadanía. Con el paso de los años la mayoría de los hijos se unieron a Honorio y Ana en Estados Unidos. Sus últimos años los dedicó a amar, consentir, aconsejar pero sobre todo a apoyar a sus hijos, ya adultos, pero más aún, a sus nietos y bisnietos, los cuales fueron la culminación de su éxito y su historia de vida. Honorio disfruto cada graduación, cada boda, cada nacimiento de sus nietos y bisnietos. Honorio vivió una vida plena en la cual sirvió a su prójimo y se olvidó de sí mismo. Su fe, su amor por la vida lo hizo luchar aún con el dolor más intenso. Honorio será recordado con alegría y con una sonrisa por todos, porque su vida la dedicó a hacer a otros felices.
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