En este día, recordamos y honramos a quien en vida fue una
hermosa y extraordinaria persona.
JOSEFA CARRERA ESPINOZA
Nació el 19 de marzo de 1930, en Tehuixtla (San Francisco) Puebla. México.
Su infancia se desarrolló al lado de sus hermanos y sus amados padres;
en un ambiente rodeado de naturaleza y juegos infantiles.
Como niña, asistió a la escuela para aprender sus primeras letras;
lugar del que tenía gratos y alegres recuerdos, de donde ella recordaba;
haber sido muy apreciada por todos sus maestros.
Fue en su etapa de estudiante, donde los bailables, los cantos y las poesías que tanto le gustaban y aprendía; fueron la base de su primera vocación.
Como ella también decía con anhelo:
“¡CANTAR ME GUSTABA, YO QUERIA SER CANTANTE!”
Josefa fue una mujer noble, que no puso sus intereses personales; si los tenía,
por encima de la razón de sus afectos más cercanos.
Razón que la llevó a resolver y aceptar duras decisiones a lo largo de su vida; decisiones a veces incomprendidas.
Incomprensión que a pesar de la sabiduría que dan los años,
la llevó a experimentar en sus momentos de vejez,
un sentimiento de arrepentimiento;
por esas cosas de la vida en donde el ambiente y las situaciones que se presentan, dejan a las personas con pocos o excepcionales caminos para andar.
Pero siempre con la finalidad de querer ganarse el corazón de todos nosotros.
Josefa experimentó la fortaleza; soportó muy joven la pérdida de la persona que, como mujer convertida en flor, la hizo sentirse amada.
Para después; como tantas madres en busca del bienestar de sus hijos, emigró a este país.
Pero con el pensamiento y el corazón dejados allá en su tierra natal, al lado de sus afectos.
Este país la cobijó, permitiéndole trabajar; como ella graciosamente contaba:
“COSIENDO BOLSAS EN UNA MAQUINA
Y
SELECCIONANDO TRIPAS DE OVEJA”
Y claro, la vida es así;
porque que sorpresa le deparaba Dios en el “Bronx, Nueva York”; donde conoció al hombre con el cual celebró sus bodas de oro, 50 años juntos.
Josefa era sinónimo de amor, y tan en su corazón decía;
¡YO QUIERO A TODAS MIS HIJAS DE LA MISMA MANERA,
Y AL VARON ALBERT POR IGUAL!
Josefa otorgó todo el amor que su ser pudo dar a su familia y amistades.
Ese gran amor que abarcaba generaciones,
que se veía correspondido, por ejemplo:
en los hijos e hijas de sus nietos.
Niños que en su nobleza acudían a su bisabuela por un beso o una bendición.
Niñas que, con su fe prístina, al ver que su abuelita se encontraba enferma;
llevaban a ella una cruz para que la protegiera y curara.
JOSEFA CARRERA ESPINOZA
Una mujer en toda la extensión de la palabra y con mayúsculas.
Cuyo recuerdo nos acompañará por siempre a través de su amor
y de los momentos que a su lado tuvimos la oportunidad de compartir.
¡Descanse en paz!
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